martes, 2 de agosto de 2016

Sexo

El eco de tus pupilas dilatadas en mi iris te delata y me invita a pecar.
Arrancarte la ropa como si fuera la última vez que voy a estar bajo tu piel.
Morderte el cuello y dejarte marcas, las mismas que me has dejado a mí en el corazón.
Agarrarte del pelo para que no te vayas, para que sigas, para que no pares (de hacerme feliz) y para que al acabar sigas junto a mí.
Besarte sin reparo, donde sea, dejando en cada centímetro de tu cuerpo un poco de mi ser.
Olerte para memorizarte cuando no te tengo.
Susurrarte que te quiero, gritarte que te amo.

Nunca tuve mejores vistas que las de yo en ti reflejada en tus ojos.
Nunca había llegado al cielo gracias a un cuerpo ajeno.
Y es que no puedo expresar con palabras lo que siento cuando te tengo dentro.

Hablemos de éxtasis y énfasis, todo en el mismo lugar, del mismo del que nos evadimos tan fácilmente, con esos labios jugando con mis piernas,
con tu corazón a punto de estallar...
No se me da bien con palabras, pero en un orgasmo puedo enseñarte ese lugar en el que se unen la calma y la tempestad, el trueno y el rayo, la noche y el día;
el etéreo abismo que separa lo humano y lo divino.

1 comentario:

  1. Intenso relato con gran cierre final, has conseguido lo que se propone en un buen relato erótico: insinuar, provocar y contar. Mi enhorabuena!

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