jueves, 30 de junio de 2016

¿Valoramos bien lo que tenemos?

Hoy he contemplado los colores de los que se viste el ocaso hasta su fin y no he podido evitar extrapolarlos a la vida.
Cada día tiene su fin, al igual que muchas historias.
Aun así, algunos de esos finales brillan más y cautivan la atención de los presentes.
Muchas veces, nos damos cuenta de lo felices que fuimos en una etapa cuando está ya anocheciendo.
No supimos aprovechar los rayos de sol durante el día y los reclamamos cuando se van escondiendo detrás de una montaña.
Empezamos a valorar las cosas cuando estamos a punto de perderlas. Hasta que los tonos rojizos y amarillentos del atardecer se difuminan en la atmósfera y el frío de la noche nos eriza la piel.
Ella nos cobija con su manto de nostalgia.
Y mañana vuelta a empezar.
Quizás su atardecer no sea tan bonito.
Quizás por fin aprendamos y no tengamos que pararnos a contemplar cómo ese sol se nos escapa de las manos.
Algún día, espero, sabremos valorar los momentos cuando tengamos su calor sobre nuestra piel.

lunes, 13 de junio de 2016

Alquimistas

Que a veces se trata un poco de eso;
de encontrar a alguien dispuesto
a pasar por alto tantas impurezas,
con tal de quedarse a admirar
el diamante que escondes - y sin
miedo a las asperezas-.

domingo, 12 de junio de 2016

La metáfora del árbol

¿Nunca os habéis parado a pensar en la vida de ese árbol que hay en frente de vuestra casa?
Un ser vivo.
El cual aguanta anclado al suelo durante toda su existencia con las mismas raíces.
Él, ha sufrido la gran ofensa de ser despojado de sus hojas al llegar el otoño, después de que se tornasen amarillentas o rojizas, y no ha tenido otro remedio que aguantar el duro invierno desnudo mientras los pequeños cristales de la nieve (que no tenía otro pretexto que arroparlo al verlo tan frágil) se clavaban en cada centímetro de vulnerabilidad  que envolvía su cuerpo.
Ese árbol no es solo tronco y corteza. Debajo de su piel se esconden arduas capas que hacen que sea difícil llegar a su corazón. Se divide en ramas, que denotan los ínfimos rasgos de su personalidad.
Llega la primavera, y sorprendentemente, magia.
Nuevas hojas parecen nacer de él, y de ellas, flores con pétalos de colores vivos y olores anodinos.
Conforme avanza la estación, más hermoso se torna su nuevo vestido.
Ese árbol, que sirve a muchos de cobijo.
Y las flores, con tiempo, se convierten en frutos.
Que son fruto del invierno, las heridas de la nieve , y el recuerdo del abandono que le regalaron sus hojas en otoño.
Las abejas se acercan a su néctar, mientras él aguanta con asombrosa paciencia las tormentas y sus rayos, y sus vendavales.
Qué maravillosa la naturaleza. Máquina perfecta.
Todos los años la misma operación y sin ningún error.

Los humanos, otro gran éxito de la evolución.
Se sienten inútiles y tristes cuando las personas que los han acompañado hasta ese punto se alejan. Como si nunca llegara el otoño, como si no pudiesen aguantar un invierno tóxico, con cuerdas que ayudan más cuando se sueltan que cuando te intentan sostener.
Desnudos. Solos. 
Aguantan la intemperie rendidos sin saber que cualquier día llegará la primavera.
Y se cubrirá de pétalos su pelo. Y su errores y sus heridas darán jugosos frutos.


Después de este breve repaso sobre la valentía y el coraje de los árboles no he mencionado lo más importante, lo que a simple vista no se ve.
Ellos aguantan la marcha de personas, la soledad ante el mundo y los daños colaterales de su coraza permaneciendo siempre fuertes en el mismo punto.

Nunca te olvides de tus raíces.

sábado, 4 de junio de 2016

Cosas del "destino"

Comencemos por el día en el que nuestros caminos se cruzaron.
Llovía. Y yo ya no creía en los golpes de suerte, ni en la gente sin intereses, ni en mí misma.
Tú ardías pero no estabas dispuesto a que yo me diera cuenta de que en tu corazón surgían chispas por mi culpa. Nunca fue mi intención haberte llamado la atención.
Mis ojos también llovían, derrotados, sin ilusiones, sin metas, y sin esa fe de la que tanto se habla en las películas con final feliz. ¿Hasta cuándo seguirían sangrando las heridas?
Tú no lo entendías. También tenías miedo. Miedo a que yo me perdiera más y tú no te atrevieras a hacer algo para salvarme.
Pero al final mi insistencia te hizo estallar. Un sentimiento nunca ha sido algo fácil de ocultar.
Y cómo iba a resistirme yo a un beso que quería algo más que mi piel, a pesar del diluvio que había dentro de ella y ya ni me permitía seguir a flote.
Convertiste un día gris en un presente que nunca había creído poder experimentar.
Ahí empecé a creer más en la vida, en la ilusión, en el sol después de la tormenta, en la existencia irrefutable de la felicidad.
No fue una felicidad inmediata porque siempre he sido de esas que se lo cuestionan todo, cómo me iba a creer que alguien me quería y por eso había estado ahí, que alguien quería conmigo algo más de un rato.
Llovía, pero llenaste de sol mi vida.
Y te lo agradezco, pues sin un sendero por el que anduvimos y me diste la mano quizás me hubiese arrastrado la corriente.
Desde esa tarde lluviosa ha llovido mucho ya.
Pero ni esas gotas de lluvia ni la mayor tormenta de nuestro verano ha podido calarme tanto la ropa como nuestros besos lo hacen en mi interior.

Apariencias

Detrás de sus pupilas y el brillo de sus ojos se esconden todas las heridas que aún no han tenido tiempo de cicatrizar.

Detrás de las sonrisas se ocultan todas las noches que pasó llorando hasta dormirse.
Detrás de su simpatía y afán por ayudar aguardan todas esas decepciones por gente que le prometió estar y todo se quedó en una promesa.
A pesar de todo sabe que no ha llegado el golpe que haya sido capaz de derrumbarla -todavía-. No, no llegará.
En su corazón hay esperanza, todavía. 
Esperanza creada a base de complejos, lágrimas, decepciones y traiciones.
Ella es su esperanza.

Para qué aparentar felicidad con una sonrisa pudiendo irradiar belleza con el suspiro de un corazón herido.

(Las apariencias asesinan)